Ya está, ya ha ocurrido. Nos hemos subordinado a las máquinas, a su lenguaje especial, a su manera de hacer las cosas. Todo se relacciona con ellas hoy en día, a la distancia justa para crearnos una fantasía de control. Internet representa el flujo principal de información, siempre en constante movimiento, en constante actualización, cambiando así nuestro presente a más velocidad de la que somos capaces de asimilar. Lo estático y vertical huele a viejo, a desfasado, a retrógrado. Bajo la premisa de darnos voz a todos hemos entrado en la era del ruido y la interferencia. Todo individuo se ve rodeado de necesidades que nunca antes habían sido necesarias y cada día recibe nuevas y más efectivas maneras de cubrirlas. Es un arma de doble filo, y el mango está en manos de quien controla la tecnología que le da soporte. El individuo no significa mucho para ésta sociedad, pero se le ofrecen métodos para aparentar que si. Las nuevas culturas son muy diferentes de las viejas, son algo parecido a casilleros, cada individuo elige donde encaja y punto. Como individuo no significas mucho, y como miembro de una de éstas culturas tampoco, pero es en la esencia de cada una de éstas culturas y en el reflejo que ofrece de tí en el único lugar donde te puedes sentir alguien.
Desde el momento que los negocios son dirigidos por programas automáticos que invierten o no según la rentabilidad estadística, desde el momento en que enormes máquinas trabajan calculando grandes problemas físicos perdimos el mando. Nos hemos transformado en subordinados de la todopoderosa tecnología. Las bases de datos trabajan mejor que nosotros, archivan y buscan más rápido, y sobre todo nunca mienten. Nosotros trabajamos con máquinas, sacamos el dinero en máquinas, pagamos las cosas con máquinas, fabricamos la comida con máquinas y la calentamos con máquinas que cada vez tienen más capacidad de cómputo y de percibir el exterior. Ésto se llama computación ubícua, y se funde con toda nuestra realidad actual. La tecnología forma parte de la vida del individuo, es ineludible y ésto ha afectado al día a día del propio individuo. Todo parece automático, predecible, inalterable, se parece al código de un programa informático. Cada día está programado y sigue su curso como debe ser, los ciclos se repiten en bucles infinitos dando la sensación de que no hay un mañana y un ayer, sino tan solo un patrón definido que debe de repetirse.
La visión cyberpunk de este entorno requiere un pequeño esfuerzo para tirar abajo ciertos paradigmas. La tecnología no está entre la gente, es parte de la gente. El individuo tiene extensiones cybernéticas de diferente naturaleza a las que predijo la ciencia ficción. La identidad o identidades virtuales que cada individuo crea no son virtuales en su totalidad, hemos cambiado por completo la forma de entender el "yo", nos hemos transformado en cyborgs. No necesitamos implantes, ponemos los dedos sobre el teclado y éso nos hace uno con la máquina, la pantalla está a cierta distancia de nuestros ojos, pero toda la información fluye sin obstáculos entre ella y nosotros, podemos saber todo lo documentable o podemos ser invadidos por potentes propagandas víricas. La pesadilla de William Gibson es hoy.
Desde el momento que los negocios son dirigidos por programas automáticos que invierten o no según la rentabilidad estadística, desde el momento en que enormes máquinas trabajan calculando grandes problemas físicos perdimos el mando. Nos hemos transformado en subordinados de la todopoderosa tecnología. Las bases de datos trabajan mejor que nosotros, archivan y buscan más rápido, y sobre todo nunca mienten. Nosotros trabajamos con máquinas, sacamos el dinero en máquinas, pagamos las cosas con máquinas, fabricamos la comida con máquinas y la calentamos con máquinas que cada vez tienen más capacidad de cómputo y de percibir el exterior. Ésto se llama computación ubícua, y se funde con toda nuestra realidad actual. La tecnología forma parte de la vida del individuo, es ineludible y ésto ha afectado al día a día del propio individuo. Todo parece automático, predecible, inalterable, se parece al código de un programa informático. Cada día está programado y sigue su curso como debe ser, los ciclos se repiten en bucles infinitos dando la sensación de que no hay un mañana y un ayer, sino tan solo un patrón definido que debe de repetirse.
La visión cyberpunk de este entorno requiere un pequeño esfuerzo para tirar abajo ciertos paradigmas. La tecnología no está entre la gente, es parte de la gente. El individuo tiene extensiones cybernéticas de diferente naturaleza a las que predijo la ciencia ficción. La identidad o identidades virtuales que cada individuo crea no son virtuales en su totalidad, hemos cambiado por completo la forma de entender el "yo", nos hemos transformado en cyborgs. No necesitamos implantes, ponemos los dedos sobre el teclado y éso nos hace uno con la máquina, la pantalla está a cierta distancia de nuestros ojos, pero toda la información fluye sin obstáculos entre ella y nosotros, podemos saber todo lo documentable o podemos ser invadidos por potentes propagandas víricas. La pesadilla de William Gibson es hoy.